8 de julio de 1971

“Electrum” N° 310 Jueves 8 de julio de 1971 

TOSCO: RESPUESTA A JUBILADOS Y PENSIONADOS 

Buenos Aires, Cárcel de Villa Devoto, 3 de Julio de 1971 

Compañero Ricardo Soldevilla

Compañeros de la Comisión de Jubilados del

Sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba

Estimados Compañeros:

                           Con mucha alegría he recibido la nota que me enviaron recientemente, y en la que me trasmiten los afectuosos saludos de los Compañeros Jubilados y Compañeras Pensionadas de nuestro gremio.

Este saludo, como tantos otros que reiteradamente recibo en la prisión, tienen una gran importancia para mí. Demuestran el alto grado de solidaridad y cariño que impera entre todos los trabajadores de Luz y Fuerza y del Movimiento obrero combativo de nuestra Ciudad y de todo el País.

Al recordar a los jubilados y Pensionados, sé que ellos representan en general a los fundadores de nuestra querida y gloriosa Organización Sindical.

Sé que representan a ese gran contingente de trabaja dores que soportó con mucho esfuerzo y sacrificio, los primeros años de las viejas compañías de electricidad, donde las condiciones de labor eran mucho más duras y difíciles que las presentes.

Sé que en todos ellos está la semilla fértil de la larga lucha librada a través del tiempo, para que los asalariados fueran respetados como hombres con dignidad personal, y no tratados como simples instrumentos para amontonar ganancias y prosperidad a las empresas extranjeras.

Sé también, que pese a los años transcurridos, nuestros hombres y nuestras mujeres de edad, no han perdido su juventud y bregan con el mismo entusiasmo y la misma fé de sus días primaverales.

Porque cada reunión que hacen. Porque cada reclamo que formulan. Porque cada acto en que participan, significan la presencia de la rebeldía, el espíritu de justicia y la defensa de la dignidad.

Todo lo contrario al renunciamiento y a la resignación, que son los verdaderos indicadores de la senilidad, se tengan veinte u ochenta años.

La lucha de la Clase Trabajadora, de los activos y de los pasivos, es una sola y persigue un común objetivo: la redención social del ser humano.

En esa gran tarea estamos todos. Sin distinción de edades, de religión o de ideología. Sin diferencia de ningún tipo.

Estamos todos los que hemos comprendido que el trabajo de ayer y el trabajo de hoy han creado bienes de los que tenemos derecho a disfrutar, y no sólo a mirar por la vidriera como la usufructúan los que poco o nada hicieron para que existieran.

Recuerdo que en una oportunidad, hace ya varios años, con motivo de la conquista de la Caja Compensadora, Uds. organizaron un gran almuerzo al que invitaron a participar al Consejo Directivo del Sindicato. Aquella vez nos entregaron un hermoso testimonio de compañerismo.

En la misma ocasión manifestamos que nos sentíamos como en el hogar paterno del gremio. Que nuestro deber, que nuestra obligación moral, que nuestro imperativo de conciencia nos imponía continuar con la acción y la lucha, para que fueran reconocidos en su plenitud todos los derechos retaceados y cercenados a los trabajadores en pasividad.

El recuerdo y la emoción de aquella vez siempre sigue vigente para mí: los apretones de mano, los abrazos y cariños de tanta gente, de esforzadas amas de casa, anónimas esposas de compañeros fallecidos, de viejos compañeros trabajadores que no habíamos llegado a conocer, de otros con quienes habíamos compartido una etapa parcial en la empresa. Con todos vivimos un día inolvidable.

Un día para rescatar y reconocer todo el mérito de nuestros Compañeros de las primeras horas de la existencia del gremio.

Un momento para concientizar también sobre lo que muchas veces se olvida: que detrás nuestro hay un largo camino de sacrificio, de sufrimientos recorrido por quienes ya no están con nosotros.

Un día para que los adultos y la juventud ratificaran la prosecución de esa sagrada misión emancipadora del hombre y del pueblo.

Aquella vez, esta vez, y todas las veces que nos damos la mano, que nos miramos la cara, que hablamos de nuestras cosas, sentimos una profunda e inquebrantable identificación: Somos trabajadores, somos argentinos de sangre o de espíritu que queremos construir una nueva sociedad, una sociedad más justa.

Una sociedad donde no haya viejitos que después de trabajar toda su vida, tengan que mendigar en largas colas una pobre remuneración o morirse de hambre. Donde no haya niños con toda una vida por delante que tengan que padecer por desnutrición o también morirse de hambre.

Yo no digo esto para apelar a una superficial sensible- ría. Pero también debo decir, que muchas veces algunos exquisitos por no caer en la “sensiblería”, se olvidan u omiten la cruda denuncia del drama humano que se descarga sobre vastos sectores de nuestra población.

Por todas estas cosas que sentimos y pensamos los trabajadores es que ha tocado mi sensibilidad la correspondencia envíada por Uds. Circunstancialmente estoy preso, como ya lo he estado otras veces. Hoy como ayer —y probablemente mañana— soy un perseguido y un reprimido por un régimen usurpador que desconoce y atropella los derechos de la Clase Trabajadora y del pueblo.

Soy víctima de la arbitrariedad y de la injusticia. Como tantos otros qué están en la cárcel. Como tantos otros que sin estar en prisión también son avasallados y escarnecidos de otra manera.

A pesar de todo, la represión física no es capaz de tocar siquiera la integridad y la fortaleza espiritual. No hay celdas, barrotes, ni candados que aprisionen, o lesionen, o anulen, la dignidad del hombre que lucha.

Como no hay amenazas ni persecuciones que puedan doblegar el verdadero compañerismo, la amistad y la solidaridad.

Esto está probado, aunque los oligarcas y los reaccionarios no lo quieran aceptar o entender. Pero ya lo entenderán porque no hay fuerza, arbitrariedad o violencia que no sea derrotada por la verdad, la justicia y la perseverancia combativa del pueblo.

Compañeros Jubilados, Compañeras Pensionadas: Les agradezco infinitamente la carta de solidaridad de la Comisión que los representa a todos Uds. Todos tenemos fe, espíritu de lucha y firmeza. Desde los que peinan canas con su lúcida experiencia hasta los jóvenes de ardientes ideales. Unidos venceremos, para la construcción de una sociedad más justa.

Muchas gracias a todos. Un gran abrazo y hasta siempre.

AGUSTIN J. TOSCO