24 de Agosto de 1973
“Electrum” N° 415
EL
COMPAÑERO TOSCO RECUERDA AQUEL
22
DE AGOSTO EN LA CARCEL
En una
entrevista realizada por los corresponsales del diario “El Mundo”, de la
Capital Federal, que aparecerá el próximo lunes dedicando amplias notas a los
sucesos de Trelew el compañero secretario general Agustín Tosco, recordó los
momentos vividos en el Penal de Rawson durante el desarrollo de aquellos
acontecimientos. Este es el relato realizado por el compañero Tosco
respondiendo a las preguntas del periodista:
— ¿Puede usted relatarnos sintéticamente qué pasó el 22 de agosto en el Penal de Rawson?
—Desde
el 15 de agosto, día de la evasión, vivíamos en un clima de gran ansiedad.
Habíamos sido reagrupados en pabellones distintos a los que ocupábamos en
aquella fecha, y aislados rigurosamente en cada una de las celdas individuales.
La puerta de la celda era maciza, con algunos agujeros de un centímetro de diámetro,
que hacían de mirilla para los celadores que nos observaban y controlaban
constantemente. Una especie de pequeña ventana, con barrotes cruzados,
semejante a una claraboya sin vidrios, colocada sobre la puerta, nos permitía
mirar directamente a algunos compañeros, a los ubicados en las cinco o seis
celdas de enfrente; para ello debíamos subirnos a la cabecera de la cama y
estar en posición muy incómoda. Pero lo hacíamos con entusiasmo, pues eso nos
permitía contactarnos de alguna manera, plantearnos los interrogantes que la
situación de incomunicación nos obligaba, e ir trasmitiendo las opiniones con
el lenguaje mudo de la mano, en lo que ya éramos expertos. Dados los cuarenta y
cinco metros de longitud del pabellón y las dos series de veintiún celdas a
cada costado del mismo, la retrasmisión se iba haciendo en forma de zigzag
hasta completar la totalidad.
Nuestra
preocupación mayor era la suerte corrida por los compañeros que se habían
fugado. Muchos de los prisioneros pertenecían a organizaciones armadas y otros
no; es decir, los que nos encontrábamos en el pabellón. Mas a todos nos
embargaba una serie inquietud pues la noche del 15 de agosto, habíamos
escuchado por radio que todavía en ese entonces se nos permitía tener, que habían
sido apresados en el Aeropuerto de Trelew; que se les había dado garantías de
reintegrarlos al Penal; que estaban en marcha hacia el mismo, en una columna que
encabezaban Pujadas, el juez Godoy, el Dr. Amaya y miembros de las fuerzas de
represión. La noche del 15 de agosto, en la que permaneció tomado
interiormente el Penal, escuchamos las emisoras de Chile, donde se daba cuenta
del secuestro del avión, y que en él viajaban Santucho, Osatinsky, Vaca
Narvaja, Gorriarán, Quieto y Mena. Pero el 16 de agosto a la mañana, que se
nos incomunicó, no sabíamos casi nada de los diecinueve restantes.
Teníamos
la posibilidad de informarnos muy precariamente por dos vías: en la guardia los
celadores solían escuchar los informativos y todos hacíamos un profundo
silencio para tratar de “pescar” algo; el contacto con algunos celadores más
“flexibles”. Cuando nos abrían la puerta para ir al baño o cuando nos traían
la comida, también podía darnos una “pista”.
Antes
del mediodía del 22 de agosto, algunos compañeros comenzaron a transmitir con
el lenguaje mudo que parecía que tres prisioneros que estaban en la Base Naval
de Trelew habían sido asesinados. Una gran angustia experimentó todo el pabellón.
Por la mañana habían requisado en forma muy dura —ellos ya sabían lo
acontecido en la madrugada— y propinaron golpes de puño a varios, además de
hacernos correr desnudos desde el baño a cada una de las celdas. Habíamos
gritado y protestado con toda nuestra fuerza.
A
medida que lográbamos noticias, precarias todas, iba aumentando el número de
muertos. Decían que Pujadas había intentado apoderarse de la ametralladora de
un guardia, que se había generalizado un tiroteo y que habían caído todos. A
las 17 horas estaba prácticamente confirmado que habían sido muerto los
diecinueve compañeros en la Base Aeronaval.
Fueron
horas de intenso dramatismo. Todos estábamos encaramados y tomados de los
barrotes cruzados de la ventana de la celda hacia el interior del Pabellón. Había
rostros enmudecidos. Otros lloraban con profundo dolor y rabia. Algunos gritaban
y daban vivas a cada uno de los caídos y a las organizaciones guerrilleras, a
la clase obrera, a la revolución y a la Patria.
A
la noche se preparó un homenaje simultáneo en los seis pabellones ocupados por
los presos políticos y sociales. Espontáneamente cada uno relataba aspectos de
la vida, las convicciones, la personalidad de los caídos, hasta completarlos a
todos. Posteriormente hablaron varios enjuiciando y condenando el alevoso crimen
y fijando la responsabilidad en la Dictadura y el sistema. Luego a voz de cuello
se gritó el nombre de cada uno y cada vez se respondía en forma vibrante y unánime:
¡Presente! ¡Hasta la victoria siempre!
Se entonaron
colectivamente las distintas marchas partidarias. Todo quedó en silencio. Los
guardias ordenaron acostarse. Esa noche nadie durmió. El recuerdo de los mártires
caídos, la imagen de cada uno, el heroico ejemplo de cada uno, llenaba la
imaginación, hacía estremecer los sentimientos y daba una pauta más del duro
y glorioso camino revolucionario que recorren la Clase Obrera y el Pueblo hasta
su total y definitiva liberación.