Panorama, Noviembre de 1973 

Agustín Tosco: El paradigma de un caudillo 

Sus adversarios dicen: “es un marxista”, y el lo acepta públicamente. Es un marxista. Sin embargo, nadie se atreve a descalificarlo como dirigente; después de dos décadas de militancia gremial, Agustín Tosco representa un prototipo de nuevo caudillo sindical, cuyas características personales resultarían tal vez inexplicables fuera del contexto cordobés. Culto, ingenioso, rápido en las respuestas, el líder de Luz y Fuerza se ha caracterizado siempre por la definición precisa, contundente, de sus posiciones. No sólo expuso teorías y tácticas; también las llevó a la práctica y, en consecuencia, ganó partidarios y enemigos. Todos le reconocen un atributo: el de “jugar limpio”. Hace unos días durante una larga entrevista –interrumpida con algunos mates humeantes-, Tosco habló con Panorama acerca de su propia vida y la del movimiento obrero de su provincia. Esta es una síntesis de sus declaraciones: 

“Nací en el sur de Córdoba en el año 1930. Mis padres eran campesinos y yo trabajé junto a ellos, desde chico, una parcela de tierra. Después de cursar el colegio primario, me traslade a la ciudad e ingrese como internado en una escuela de Artes y Oficios. Allí se discutía mucho y ese dialogo permanente me incitaba a profundizar la lectura. Siempre me gustó leer. En mi propia casa con piso de tierra y sin luz eléctrica, me había construido una pequeña biblioteca, precaria pero accesible. De adolescente solía preferir a Ingenieros; aunque positivista, enseñaba cosas. Cuando a los 17 años salí a buscar una nueva ocupación, recibí enseñanzas de otra índole: me aceptaban como aprendiz y entonces no me pagaban, o me pagaban poco. Corría la liebre. Tan sólo al cumplir la mayoría de edad conseguí incorporarme a Luz y Fuerza como ayudante electricista en el taller electromecánico, donde ahora soy técnico especializado. Por aquella época ya había adquirido conciencia de los conflictos sociales, y había decidido también tomar partido por mi clase. A los 19 años fui elegido subdelegado, a los 20 accedí a delegado.

“Mientras tanto Perón subía al poder, y yo miraba con simpatía al movimiento que levantaba un slogan contra Braden. Además, y siendo todavía muy joven había viajado por el interior del país como ayudante de un camionero radical –de la Junta Renovadora, que apoyaba al justicialismo-, la conversación resultaba un verdadero curso de adoctrinamiento. Mientras cargaba gallinas, huevos y quesos que luego transportábamos a Mendoza –para regresar con bordalesas de vino-, charlábamos de temas generales. Como, por otra parte yo componía poesías, versitos, con cierta facilidad, se me encomendó la tarea de hablar por un micrófono instalado en el vehículo. Aleccionaba a la gente a favor de Perón, pero igualmente me molestaban algunos aspectos de su política: la afiliación obligatoria, la persecución a los comunistas, que no me parecían leprosos.

“Más tarde, cuando me designaron miembro del secretariado de la Federación, la ortodoxia peronista pasó a enfrentarme. La Revolución Libertadora nos encontró, con todo, en una misma línea con algunos sectores del movimiento. Junto a John William Cooke, intentamos algunas formas de defensa concreta de las conquistas obreras, aunque no tuvimos éxito. La derrota estaba decidida de antemano.

“En 1957 me eligieron secretario general de la Federación de Luz y Fuerza y desde entonces no me alejé nunca de la conducción del gremio.

“Me casé en 1959, tuve dos hijos y ocho veces conocí la cárcel. Es que la vida de un dirigente exige trabajar mucho, estudiar mucho y corregir mucho. Pero también exige correr los riesgos necesarios. Nunca ,me adherí a un partido político porque defiendo desde siempre una política frentista para las fuerzas populares, a la que espero contribuir desde el terreno de la lucha sindical.” 

LA CLASE OBRERA CORDOBESA

“Históricamente –afirma Tosco- Córdoba representa en forma genuina los intereses del interior frente a la hegemonía portuaria. Si en el siglo pasado se encuentra en contradicción con Buenos Aires, por su ubicación geográfica, por su concentración humana, por su grado de desarrollo, más tarde el movimiento obrero inserto en este contexto, habría de asumir un papel esencial en la lucha contra la burocracia que es una expresión más del centralismo porteño.

“Sobre todo a partir de 1966 comienzan a percibirse los síntomas de la explosión que estallaría tres años después, con el cordobazo. Las reivindicaciones del proletariado demuestran que habían adquirido conciencia de la realidad de su progreso, y que desconocía a las direcciones nacionales conciliadoras. Esta radicalización se vincula, sin duda, con la influencia ideológica que este proletariado recibe de su estrecho contacto con la Universidad, con los estudiantes. Y no solamente el proletariado, sino el conjunto de los sectores populares. En la Década Infame, cuando en todo el país se consolidan las fuerzas conservadoras, se instala en Córdoba un gobierno radical progresista, el gobierno de Sabattini, que contó con apoyo obrero, de las capas medias y del estudiantado.

“La interconexión entre obreros y estudiantes perfila, además, una situación de insurgencia que los gobiernos nacionales, cíclicamente, contribuyen a consolidar. No es casual que el cordobazo haya debido tirar por la borda de la historia a la experiencia corporativista intentada por Onganía quien, un mes antes, se paseaba del brazo del gobernador fascista Caballero.

“Puede decirse, por último, que por falta de peso propio el proletariado cordobés marchó hasta la década del 50 detrás de las fuerzas políticas y gremiales que se desarrollaban en el orden nacional, aunque siempre dándoles un matiz propio. A partir del 55 sin embargo, las tendencias revolucionarias locales prosiguieron un camino cada vez más escindido de las direcciones porteñas. Ese camino refleja el curso normal de su evolución como clase; es en Buenos Aires donde se deforma, posibilitando el crecimiento de la burocracia.”